lunes, 20 de julio de 2009

El viaje continuó hacia Cobán, una próspera ciudad de Alta Verapaz, uno de los departamentos más verdes del país, dejando a un lado el Petén. Las Verapaces, como así se llama conjuntamente a Alta y Baja Verapaz encierran algunos de los tesoros más escondidos y espectaculares de Guatemala.

Uno de estos tesoros es Semuc Champey, un lugar encerrado entre montañas...
tierras bajas por las que discurre un caudaloso río llamado Cahabón, y en cuyas gargantas se incrusta un bellísimo sistema de pozas azul turquesa sobre la piedra, dejando bajo de sí un atronador curso del río que parece que bajara hasta las entrañas de la tierra...
Es tan espectacular la visión desde lo alto, tan agradable la temperatura y la limpieza del agua, y hay unos toboganes tan bien "diseñados" que conectan cada poza con la de abajo, que pareciera que fuera un parque acuático construído por la mano del hombre.
Pero es tal la hermosura de Semuc, y tan puro su estado de conservación, que un cartel a la entrada del parque natural reza: "Semuc Champey, monumento natural", y con toda razón...





Dos días en Semuc Champey, durmiendo a las orillas del río, en un hospedaje llamado Las Marías...


... disfrutando cada caluroso amanecer en la selva sumergiéndose en las aguas heladas del río...



... Rodeado de imágenes tan bonitas, es suficiente para no querer marcharse nunca de ahí...



La tarde antes de seguir mi camino, fui con un grupo de gente a unas grutas en la montaña, cuya longitud se desconoce. Tras andar un par de horas piedra adentro, nadando a una mano y sujetando con la otra una vela, deslizando el cuerpo por gargantas de piedra imposibles, rapelando y sintiéndo un intenso frío en los huesos, uno sale de ahí creyendo haber descubierto algo, que ya los viejos k'eqchíes anduvieron a saber hace cuántos años...
... La lluvia nos acompañó en nuestro viaje al amanecer del sguiente día, y nos hizo tener que bajar de la camioneta y empujar a los 30 pasajeros que en ella íbamos para poder sacar de aquellas deslizantes y empinadas cuestas esa vieja máquina que nos llevó de regreso a Cobán.

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